El avance de la tecnología en nuestra era está alcanzando cotas nunca antes soñadas por los seres humanos. Los progresos de la Ciencia comienzan a desdibujar la frontera entre la máquina y lo puramente biológico. La Inteligencia Artificial está ayudando a desgranar el funcionamiento de nuestro cerebro y, curiosamente, los paralelismos entre ambos procesos no son tan diferentes. ¿Llegará el momento en el que la tecnología llegue a controlar nuestros deseos o nuestros pensamientos?
Nuestro universo se basa en un constante flujo de datos. Cada hecho que acontece en nuestra realidad puede ser interpretado como una conexión única de datos, y todos ellos guardan una relación, unas instrucciones o reglas definidas que permiten llevar a cabo una misión.
El cerebro humano posee unos 86.000 millones de neuronas. Aunque la cifra no parezca algo asombroso, lo realmente interesante es el modo en el que nuestras neuronas interactúan entre sí. Cada una tiene decenas de miles de sinapsis, lo que eleva exponencialmente las conexiones que realizan. Desde su descubrimiento, los neurocientíficos se han preguntado cómo puede nuestro cerebro procesar la información.
Los paralelismos entre el cerebro humano y un ordenador son inevitables. Nuestras neuronas procesan datos y los almacenan mientras ejecutan tareas. Aunque las diferencias son abismales (nuestra unidad de procesamiento y de almacenamiento es la misma, las redes neuronales se comunican mediante procesos neuroquímicos, etc.), los científicos tratan de hallar un denominador común: el algoritmo. El cerebro humano funciona con algoritmos bioquímicos; la máquina lo hace con algoritmos electrónicos. Ambos pueden explicarse mediante el lenguaje matemático.
Una nueva era: el dato como motor
Tras la Revolución Industrial, la sociedad vivió un crecimiento demográfico sin precedentes. Haciendo gala de innovación, creatividad y evolución, el ser humano dio un paso más a finales del siglo pasado con la Revolución Científico-Tecnológica. Ahora que las máquinas son parte de los procesos productivos y que la Inteligencia Artificial comienza a esbozar su infinito potencial, llegamos a la Revolución Digital.
La conjunción del Big Data, del Machine Learning, la Inteligencia Artificial y la computación neuromórfica en un mundo interconectado, crea una nueva realidad donde la frontera entre lo puramente biológico y lo tecnológico es cada vez más difusa. La cuestión fundamental a la que nos enfrentamos en nuestra era es si los algoritmos electrónicos terminarán por descifrar y superar a los algoritmos bioquímicos. ¿Llegará el momento en el que el carbono y el silicio se rijan por el mismo tipo de lenguaje matemático?
Plataformas como Google, Facebook o Amazon empiezan a conocernos a la perfección. Saben de nuestras preferencias, de nuestras necesidades, de los cambios en nuestros gustos. La Inteligencia Artificial y el Big Data procesan cada vez mejor todos estos datos que estas inmensas estructuras recogen. No sólo almacenan, también interpretan y evalúan los datos para elaborar complejas simulaciones basadas en modelos predictivos y, por supuesto, patrones de conducta que evalúan y dirigen nuestras necesidades.
A día de hoy, incluso, hay creencias que promulgan la delegación de nuestro libre albedrío a una Inteligencia Artificial (en teoría superior a la humana) que nos diga qué tenemos que hacer para alcanzar la felicidad. Es el caso del Dataísmo, una corriente de pensamiento en auge entre los directivos de Silicon Valley.
¿Puede la tecnología controlar el cerebro humano?
En el año 2018, durante la campaña electoral norteamericana, salió a la luz el escándalo de Cambridge Analytica. Se trataba de una empresa con sede en Londres que utilizaba el análisis de datos para desarrollar campañas políticas y cambiar el comportamiento de una audiencia. A modo de proyecto personal, el profesor de la Universidad de Cambridge Aleksandr Kogan desarrolló un test de personalidad en formato de aplicación en Facebook. Unos 265 mil usuarios completaron a este test que requería permiso para acceder a la información de toda su red de amigos (sin su consentimiento). Así fue como llegó a acceder a los likes, mensajes privados y demás comportamientos de más de 50 millones de usuarios.
De esta manera Cambridge Analytica dio forma al contenido y al tono con el que éste debería ser expuesto casi personalizado usuario por usuario. Utilizando la publicidad personalizada, el bombardeo de fake news y la reiteración a través de medios de comunicación, blogs y redes sociales, la compañía reconoció una labor “decisiva” en la campaña presidencial. Esta misma técnica se utilizó posteriormente en la campaña de Reino Unido a favor del Brexit (posteriormente multado por violar la ley electoral británica).
La neurotecnología está avanzando a pasos agigantados en el ámbito de la investigación. Un claro ejemplo de ello es el proyecto BRAIN (Investigación del Cerebro a través del Avance de Neurotecnologías Innovadoras). Liderado por el español Rafael Yuste, director del Centro de Neurotecnología de la Universidad de Columbia (Nueva York), se centra en desarrollar técnicas y métodos completamente nuevos. Su principal afirmación es que no entendemos el cerebro porque a día de hoy no se están utilizando las herramientas correctas para poder medir con precisión el mapeo del cerebro.Un pensamiento cualquiera puede llegar a traducirse en un circuito determinado de actividad cerebral. De esta manera, están utilizando algoritmos de Inteligencia Artificial para poder ayudar a descifrar esas rutas en pacientes con lesiones neurológicas.
La esencia del proyecto BRAIN es interferir con el funcionamiento del cerebro. Aunque se trate de un fin moralmente justificable, como ayudar a pacientes, esas mismas herramientas pueden utilizarse para alterar cognitivamente a seres humanos con fines políticos, religiosos o militares. Es por ello que la comunidad científica está intentando elevar a la declaración Universal de Derechos Humanos la creación de neuroderechos que respeten la privacidad mental.
Reforzar a las personas, reforzar la tecnología
Las medidas de seguridad más sólidas no sólo pasan por gestionar y solventar cualquier incidente tecnológico, a día de hoy es necesario que se haga foco en la persona. De igual manera que es posible cambiar decisiones personales por medio de campañas personalizadas, también se puede buscar un cambio real en el comportamiento y en los hábitos digitales frente a cualquier amenaza o ciberamenaza. Este es el caso de The Firewall Mindset™, el modelo de concienciación en ciberseguridad de Entelgy para reforzar la seguridad de las organizaciones.
The Firewall Mindset consigue transformar, mediante concienciación, el comportamiento de las personas permitiéndoles adquirir nuevas habilidades y hábitos seguros con respecto al uso de las herramientas digitales. Por medio del storytelling transmedia y de la gamificación, la solución de Entelgy es capaz de convertir el conocimiento en historias, provocando en el individuo una reflexión y al mismo tiempo conseguir afianzar y viralizar nuevos hábitos de seguridad.