Nuestro compañero Juan Martínez del Campo
nos lleva al nuevo destino de Entelgy x Mundo, Egipto
Siempre es interesante trabajar en un proyecto internacional, por las muchas y buenas connotaciones que tiene: vivir en un país distinto al tuyo y ver sus costumbres, trabajar de forma diferente, otra cultura… Si a ello le unimos que hablamos de Egipto justo después de las revueltas de la plaza Tahir, lo hace más atrayente aún.
En cuanto me propusieron allá por enero de 2012 ir a Egipto, no lo dudé, la respuesta fue un sí rotundo. Cuando posteriormente se lo comenté a mis familiares y amigos, alguno intentó persuadirme preocupado por la situación política y social del país. Días antes de mi viaje, sucedió la matanza de Port Said donde 74 personas perdieron la vida, lo cual hizo que el viaje se pusiera en duda.
Iba a un proyecto de InfoVista para Vodafone Egipto. El jefe de proyecto de InfoVista, pocos días antes de partir me había dado algunos consejos acerca de cómo desplazarme del hotel al trabajo, las zonas de ocio más próximas, etc…
Ya estaba la suerte echada. Algún nervio apareció la noche anterior, pero no por la situación allí, sino por lo que me encontraría, como sería todo aquello, que tal serían mis compañeros de trabajo.
Lo primero que tienes que hacer nada más llegar es comprar tu visado por un mes. Para no tener problemas había contratado desde España el servicio de recogida del aeropuerto del hotel y menos mal. Menuda algarabía de taxistas había por el hall, cada uno ofreciéndote un precio, alguno solo hablando árabe, como para volverse loco. Finalmente, y con suerte, encontré al chofer del hotel.
La noche estaba oscura y la carretera era amplia, parecía la M-50 de Madrid. En los arcenes la gente estaba haciendo hogueras para calentarse, a pesar de que suele hacer buen tiempo, las noches de febrero refrescan. Una vez hice todos los trámites del hotel directo a la cama que al día siguiente era un día lleno de emociones.
Uno de los principales consejos que me dieron fue el de coger un taxi y hacerme amigo del taxista para tenerlo a mi disposición todo el tiempo. El hotel esta apartado de la ciudad y salvo a un centro comercial cercano, siempre había que desplazarse en coche. Es un hotel donde se aloja gente de negocios y trabajadores del centro comercial, por lo que hay permanentemente taxis a la puerta del hotel.
Cojo el primero que hay en la fila y me encuentro con Amer, un señor de unos 50 años, muy simpático que lo primero que me pregunta es de donde soy. Tiene en la guantera CD’s con música de varios países y en función del cliente pone una música en el coche u otra. El repertorio español iba podía ir de Paco de Lucía, Estopa como de Julio Iglesias a Los Calis. Tantas eran sus ganas de agradar que hasta que no le comenté, pasada una semana, que podía cambiar de música, el CD estuvo dando vueltas sin parar. Lo siguiente que hizo fue darme una tarjeta suya personal para que pudiese contactarle cuando necesitase de sus servicios con una sonrisa y un ¡Welcome my friend!
El lugar al que me dirigía era Vodafone Egipto. Está situado en un complejo tecnológico, conocido como Smart Village, donde se encuentran las oficinas de otras operadoras locales, grandes empresas de tecnología, así como algunos ministerios del gobierno egipcio.
El camino era desértico, salvo alguna urbanización residencial que se veía a los lados y algún tanque de combate que había en alguna rotonda velando porque todo estuviese en calma. También se encontraba una cárcel donde en esos momentos estaba recluido el antiguo presidente de la República, Mubarak. La situación política fue uno de los temas que más tiempo ocupó en nuestros ratos de taxi.
Una de las cosas que más me llamó la atención fue la gran diferencia social que existía a ambos lados de la carretera. De un lado se veían camionetas llenas de gente que iban a rellenar sus bombonas de gas y de otro lado un colegio elitista donde iban los hijos de los trabajadores del Smart Village.
Antes de entrar en el recinto todos los conductores debían dejar la documentación del coche y los bajos de cada automóvil eran examinados. Amer se conocía prácticamente a todo el personal de seguridad y mientras registraban el coche hablaba un rato con ellos.
Por fin llego a Vodafone Egipto. Son tres edificios comunicados entre sí, cada uno de ellos con una función específica, trabajadores, edificio directivo y cafetería y comedor.
Centrándonos en lo meramente profesional se trataba de un proyecto de InfoVista en el que tenían que integrar equipos de diferentes tecnologías dentro de la plataforma estándar de monitorización del fabricante. El proyecto estaba dividido en dos partes, de una se encargaba un ingeniero de InfoVista que iba a estar allí un mes y de la otra me ocupaba yo.
Una de las primeras sorpresas que me encontré fue que la otra persona iba a estar una semana allí, pero tres semanas más tarde. Cuando estuve sentado en mí puesto de trabajo me di cuenta de la multiculturalidad de las personas que había a mi alrededor: asiáticos, europeos, árabes y un sudamericano estábamos en el mismo espacio de trabajo.
Lo más curioso de todo es que desde mi sitio podía ver el lugar de culto que había en la planta a la cual iban los musulmanes a rezar varias veces al día. Algún viernes que fui a trabajar y no había mucho ruido en la oficina se podía oír perfectamente al almuecín. En el servicio, que se encontraba al lado de la sala de rezo, era habitual ver a la gente descalza lavándose los pies y preparándose para el rezo. Siempre había una fregona a mano para recoger el agua que encharcaba el suelo. Una curiosidad para mí y una de las cosas más enriquecedora de la experiencia, fue ver como en un mismo espacio se mezcla el ámbito profesional y la religión.
El jefe de proyecto de allí era un chico joven que en todo momento estuvo pendiente de mí y de darme las mejores comodidades para que estuviese a gusto. Los egipcios son gente muy amable y siempre dispuesta a ayudar a la gente que llegaba nueva.
Las instalaciones estaban muy bien equipadas, al fin y al cabo, la gente pasaba allí prácticamente todo el día (desde El Cairo se podía tardar unas 3 horas ida y vuelta). Había café gratis en cualquier momento del día, cafetería abierta hasta última hora de la noche, mini supermercado, zona de comedor con restaurantes de todo tipo, tienda de telefonía, enfermería…
Los primeros días transcurrieron con normalidad. Toma de contacto con el estado del proyecto, con las instalaciones, con el modo de trabajar de la gente.
Aunque quería ver la famosa plaza de Tahir, Amer no me quería llevar y tras muchos “tiras y afloja” al menos me dio una vuelta con el taxi alrededor de la plaza. En ese momento había un mitin y estaba atestada de gente. Lo que hubiese dado por mezclarme un rato allí entre la multitud.Los primeros fines de semana libres, allí son viernes y sábado, los dedique a ver El Cairo y los alrededores, siempre ayudado por Amer, incluso para entrar a las pirámides de Saqqara que estaba llena de perros vagabundos. Tengo pánico a los perros…
El primer mes transcurrió sin mucha más novedad. La última semana estuvo mi compañero hindú, y la verdad que agradecí la compañía. Nunca me sentí solo, pues hablaba con mis compañeros de Entelgy y mis amigos por Skype prácticamente a diario, pero el contacto humano después del trabajo lo echaba un poco en falta.
Al mes tuve que volver a España porque me expiraba el visado y porque también tenía ganas de tomar una cerveza con mis amigos y contarles la experiencia. Allí eso de tomar cervezas, salvo en el hotel, estaba complicado.
A la vuelta de me esperaban jornadas maratonianas de trabajo 6 días a la semana. Ahora lo cuento como una anécdota, pero en aquel momento casi me lleva a tirar la toalla. El proyecto se complicó y tocaba hacer un esfuerzo. Salvo para dormir pasaba todo el día allí. Las cenas se convirtieron en un “Panini chicken & Coke, please” en la cafetería. Era abrir la puerta de la cafetería y no hacía falta que dijese nada. Ya me estaban preparando lo de siempre.
Las comidas por suerte eran más variadas. Había comida egipcia que no me hacía mucha gracia, salvo el “kushari”, pero también había comida internacional y asiática.
En un principio iba a estar dos meses por allí, y al final del segundo me iría de vacaciones con unos amigos que iban a ir a verme. Por retrasos en el proyecto la cosa se complicó y no pude estar mucho tiempo con ellos, pero al menos pudimos compartir un fin de semana en la ciudad.
Ese retraso provocó que la fecha en la que me volvía a España, excediese la fecha de validez del visado, por lo que tuve que ir al Ministerio del Interior que estaba en plena plaza Tahir. Fui con mi “ángel de la guarda” Amer. ¡Madre mía que descontrol! La gente se abalanzaba sobre las ventanillas sin ningún tipo de orden. Levantaban sus brazos con el pasaporte en la mano para que el funcionario se lo cogiese y no tuviese que volver otro día. Había turistas que estaban en la misma situación que yo, pero solos, su cara era una mezcla de resignación y asombro de ver cómo funcionaban las cosas.
En el tiempo de espera hasta que te volvían a dar el pasaporte, dimos una vuelta por el edificio. Las plantas superiores estaban prácticamente vacías y llenas de suciedad. En una vimos hasta gatos y si te asomabas al patio interior el suelo parecía un mini vertedero.
El proyecto duró dos meses más y en ese tiempo fui entablando una amistad con el jefe de proyecto de allí, Khaled Ali. Era un chico más joven que yo, con el que algún jueves iba a cenar a El Cairo. Estaba siempre sonriente y cuando me veía que estaba un poco decaído me sacaba una sonrisa. Pocos meses después se casaba. Nunca se lo dije, pero me hubiese gustado que me invitase a la boda para ver como las celebran allí. Hicimos tan buenas migas que 8 meses después de terminar el proyecto hizo un curso en París y quedamos allí para pasar unos días de vacaciones juntos.
Al final, y como conclusión, no solo fue una gran experiencia en el ámbito profesional sino también en el personal, donde hice buenos amigos para toda la vida.
Un viaje muy productivo Juan, gracias por llevarnos hasta allí
Entelgy x Mundo está preparando su siguiente viaje ¡No te lo pierdas!
Os invitamos a enviarnos vuestras andanzas por el mundo y compartirlas en nuestro blog corporativo.
Otros destinos de Entelgy x Mundo, en nuestro blog:
Nuestro compañero Juan Martínez del Campo
nos lleva al nuevo destino de Entelgy x Mundo, Egipto
Siempre es interesante trabajar en un proyecto internacional, por las muchas y buenas connotaciones que tiene: vivir en un país distinto al tuyo y ver sus costumbres, trabajar de forma diferente, otra cultura… Si a ello le unimos que hablamos de Egipto justo después de las revueltas de la plaza Tahir, lo hace más atrayente aún.
En cuanto me propusieron allá por enero de 2012 ir a Egipto, no lo dudé, la respuesta fue un sí rotundo. Cuando posteriormente se lo comenté a mis familiares y amigos, alguno intentó persuadirme preocupado por la situación política y social del país. Días antes de mi viaje, sucedió la matanza de Port Said donde 74 personas perdieron la vida, lo cual hizo que el viaje se pusiera en duda.
Iba a un proyecto de InfoVista para Vodafone Egipto. El jefe de proyecto de InfoVista, pocos días antes de partir me había dado algunos consejos acerca de cómo desplazarme del hotel al trabajo, las zonas de ocio más próximas, etc…
Ya estaba la suerte echada. Algún nervio apareció la noche anterior, pero no por la situación allí, sino por lo que me encontraría, como sería todo aquello, que tal serían mis compañeros de trabajo.
Lo primero que tienes que hacer nada más llegar es comprar tu visado por un mes. Para no tener problemas había contratado desde España el servicio de recogida del aeropuerto del hotel y menos mal. Menuda algarabía de taxistas había por el hall, cada uno ofreciéndote un precio, alguno solo hablando árabe, como para volverse loco. Finalmente, y con suerte, encontré al chofer del hotel.
La noche estaba oscura y la carretera era amplia, parecía la M-50 de Madrid. En los arcenes la gente estaba haciendo hogueras para calentarse, a pesar de que suele hacer buen tiempo, las noches de febrero refrescan. Una vez hice todos los trámites del hotel directo a la cama que al día siguiente era un día lleno de emociones.
Uno de los principales consejos que me dieron fue el de coger un taxi y hacerme amigo del taxista para tenerlo a mi disposición todo el tiempo. El hotel esta apartado de la ciudad y salvo a un centro comercial cercano, siempre había que desplazarse en coche. Es un hotel donde se aloja gente de negocios y trabajadores del centro comercial, por lo que hay permanentemente taxis a la puerta del hotel.
Cojo el primero que hay en la fila y me encuentro con Amer, un señor de unos 50 años, muy simpático que lo primero que me pregunta es de donde soy. Tiene en la guantera CD’s con música de varios países y en función del cliente pone una música en el coche u otra. El repertorio español iba podía ir de Paco de Lucía, Estopa como de Julio Iglesias a Los Calis. Tantas eran sus ganas de agradar que hasta que no le comenté, pasada una semana, que podía cambiar de música, el CD estuvo dando vueltas sin parar. Lo siguiente que hizo fue darme una tarjeta suya personal para que pudiese contactarle cuando necesitase de sus servicios con una sonrisa y un ¡Welcome my friend!
El lugar al que me dirigía era Vodafone Egipto. Está situado en un complejo tecnológico, conocido como Smart Village, donde se encuentran las oficinas de otras operadoras locales, grandes empresas de tecnología, así como algunos ministerios del gobierno egipcio.
El camino era desértico, salvo alguna urbanización residencial que se veía a los lados y algún tanque de combate que había en alguna rotonda velando porque todo estuviese en calma. También se encontraba una cárcel donde en esos momentos estaba recluido el antiguo presidente de la República, Mubarak. La situación política fue uno de los temas que más tiempo ocupó en nuestros ratos de taxi.
Una de las cosas que más me llamó la atención fue la gran diferencia social que existía a ambos lados de la carretera. De un lado se veían camionetas llenas de gente que iban a rellenar sus bombonas de gas y de otro lado un colegio elitista donde iban los hijos de los trabajadores del Smart Village.
Antes de entrar en el recinto todos los conductores debían dejar la documentación del coche y los bajos de cada automóvil eran examinados. Amer se conocía prácticamente a todo el personal de seguridad y mientras registraban el coche hablaba un rato con ellos.
Por fin llego a Vodafone Egipto. Son tres edificios comunicados entre sí, cada uno de ellos con una función específica, trabajadores, edificio directivo y cafetería y comedor.
Centrándonos en lo meramente profesional se trataba de un proyecto de InfoVista en el que tenían que integrar equipos de diferentes tecnologías dentro de la plataforma estándar de monitorización del fabricante. El proyecto estaba dividido en dos partes, de una se encargaba un ingeniero de InfoVista que iba a estar allí un mes y de la otra me ocupaba yo.
Una de las primeras sorpresas que me encontré fue que la otra persona iba a estar una semana allí, pero tres semanas más tarde. Cuando estuve sentado en mí puesto de trabajo me di cuenta de la multiculturalidad de las personas que había a mi alrededor: asiáticos, europeos, árabes y un sudamericano estábamos en el mismo espacio de trabajo.
Lo más curioso de todo es que desde mi sitio podía ver el lugar de culto que había en la planta a la cual iban los musulmanes a rezar varias veces al día. Algún viernes que fui a trabajar y no había mucho ruido en la oficina se podía oír perfectamente al almuecín. En el servicio, que se encontraba al lado de la sala de rezo, era habitual ver a la gente descalza lavándose los pies y preparándose para el rezo. Siempre había una fregona a mano para recoger el agua que encharcaba el suelo. Una curiosidad para mí y una de las cosas más enriquecedora de la experiencia, fue ver como en un mismo espacio se mezcla el ámbito profesional y la religión.
El jefe de proyecto de allí era un chico joven que en todo momento estuvo pendiente de mí y de darme las mejores comodidades para que estuviese a gusto. Los egipcios son gente muy amable y siempre dispuesta a ayudar a la gente que llegaba nueva.
Las instalaciones estaban muy bien equipadas, al fin y al cabo, la gente pasaba allí prácticamente todo el día (desde El Cairo se podía tardar unas 3 horas ida y vuelta). Había café gratis en cualquier momento del día, cafetería abierta hasta última hora de la noche, mini supermercado, zona de comedor con restaurantes de todo tipo, tienda de telefonía, enfermería…
Los primeros días transcurrieron con normalidad. Toma de contacto con el estado del proyecto, con las instalaciones, con el modo de trabajar de la gente.
Aunque quería ver la famosa plaza de Tahir, Amer no me quería llevar y tras muchos “tiras y afloja” al menos me dio una vuelta con el taxi alrededor de la plaza. En ese momento había un mitin y estaba atestada de gente. Lo que hubiese dado por mezclarme un rato allí entre la multitud.Los primeros fines de semana libres, allí son viernes y sábado, los dedique a ver El Cairo y los alrededores, siempre ayudado por Amer, incluso para entrar a las pirámides de Saqqara que estaba llena de perros vagabundos. Tengo pánico a los perros…
El primer mes transcurrió sin mucha más novedad. La última semana estuvo mi compañero hindú, y la verdad que agradecí la compañía. Nunca me sentí solo, pues hablaba con mis compañeros de Entelgy y mis amigos por Skype prácticamente a diario, pero el contacto humano después del trabajo lo echaba un poco en falta.
Al mes tuve que volver a España porque me expiraba el visado y porque también tenía ganas de tomar una cerveza con mis amigos y contarles la experiencia. Allí eso de tomar cervezas, salvo en el hotel, estaba complicado.
A la vuelta de me esperaban jornadas maratonianas de trabajo 6 días a la semana. Ahora lo cuento como una anécdota, pero en aquel momento casi me lleva a tirar la toalla. El proyecto se complicó y tocaba hacer un esfuerzo. Salvo para dormir pasaba todo el día allí. Las cenas se convirtieron en un “Panini chicken & Coke, please” en la cafetería. Era abrir la puerta de la cafetería y no hacía falta que dijese nada. Ya me estaban preparando lo de siempre.
Las comidas por suerte eran más variadas. Había comida egipcia que no me hacía mucha gracia, salvo el “kushari”, pero también había comida internacional y asiática.
En un principio iba a estar dos meses por allí, y al final del segundo me iría de vacaciones con unos amigos que iban a ir a verme. Por retrasos en el proyecto la cosa se complicó y no pude estar mucho tiempo con ellos, pero al menos pudimos compartir un fin de semana en la ciudad.
Ese retraso provocó que la fecha en la que me volvía a España, excediese la fecha de validez del visado, por lo que tuve que ir al Ministerio del Interior que estaba en plena plaza Tahir. Fui con mi “ángel de la guarda” Amer. ¡Madre mía que descontrol! La gente se abalanzaba sobre las ventanillas sin ningún tipo de orden. Levantaban sus brazos con el pasaporte en la mano para que el funcionario se lo cogiese y no tuviese que volver otro día. Había turistas que estaban en la misma situación que yo, pero solos, su cara era una mezcla de resignación y asombro de ver cómo funcionaban las cosas.
En el tiempo de espera hasta que te volvían a dar el pasaporte, dimos una vuelta por el edificio. Las plantas superiores estaban prácticamente vacías y llenas de suciedad. En una vimos hasta gatos y si te asomabas al patio interior el suelo parecía un mini vertedero.
El proyecto duró dos meses más y en ese tiempo fui entablando una amistad con el jefe de proyecto de allí, Khaled Ali. Era un chico más joven que yo, con el que algún jueves iba a cenar a El Cairo. Estaba siempre sonriente y cuando me veía que estaba un poco decaído me sacaba una sonrisa. Pocos meses después se casaba. Nunca se lo dije, pero me hubiese gustado que me invitase a la boda para ver como las celebran allí. Hicimos tan buenas migas que 8 meses después de terminar el proyecto hizo un curso en París y quedamos allí para pasar unos días de vacaciones juntos.
Al final, y como conclusión, no solo fue una gran experiencia en el ámbito profesional sino también en el personal, donde hice buenos amigos para toda la vida.
Un viaje muy productivo Juan, gracias por llevarnos hasta allí
Entelgy x Mundo está preparando su siguiente viaje ¡No te lo pierdas!
Os invitamos a enviarnos vuestras andanzas por el mundo y compartirlas en nuestro blog corporativo.
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