Nuestro mundo ha cambiado. La paulatina digitalización ha pasado de ser una recomendación evolutiva para convertirse en una necesidad urgente. Todas las empresas, administraciones y demás organizaciones se han visto sacudidas por un tsunami que responde al nombre de Covid-19. Las sucesivas réplicas sólo pueden afrontarse desde la solidez de una verdadera cultura organizacional: la cultura agile.
Muchas empresas comenzaron su viaje hacia la agilidad cuando, hace años, se puso de manifiesto la importancia disponer de estructuras dinámicas y organizativas donde se podía poner en valor el talento. Las posibilidades de desarrollar el negocio y a las personas al mismo tiempo hizo que las metodologías agile encontrasen un hueco importante en distintos departamentos y áreas de negocio. Pero, a día de hoy, es necesario dar un paso más en la agilidad evolutiva: las metodologías han de incorporarse a la estructura y formar parte del ADN de cualquier organización: sólo se puede hacer agile cuando se es agile.
La cultura agile es esencial si vislumbramos el mundo que está por venir. La dinamización del negocio y la infinitesimal capacidad de respuesta van a pasar a ser una de las cualidades básicas de cualquier empresa que se precie. Los años venideros van a caracterizarse por la presencia de una constante: el cambio. Lo importante es alejarse de los vaticinios y arraigar en nuestra forma de entender el mundo una cultura de agilidad y de cambio que nos asegure la adaptación a todos aquellas situaciones que ni siquiera somos capaces de imaginar.
¿Por qué hacer agile es ser agile?
La cultura agile es pensar agile. La cultura agile es ser agile. La cultura agile implica integrar en los procesos, en la estrategia y en la interacción de todas las piezas que componen una empresa un mecanismo cultural que ayude a los equipos, aportando nuevas soluciones y, por supuesto, transformando los procesos para ser más productivos, más armónicos y,ante todo, más felices.
Una de las consecuencias directas de la cultura agile es el bienestar y la productividad. La interconexión de los equipos y la visión de los objetivos de la empresa produce “organizaciones líquidas”. Una compañía agile no se sustenta en una jerarquía estática jerarquizada; se estructura en flujos de comunicación, en la interpretación de datos y en la capacidad de decisión de los equipos que están más cerca de la solución. La cultura agile combina velocidad, adaptación, eficiencia y negocio. No hablamos de metodología, hablamos de una forma de ser de toda una organización, de una forma de entender los procesos y el negocio: hablamos de cultura agile.
5 beneficios de una empresa agile, la clave de la transformación digital
- Crecimiento del negocio de forma directa: Para cualquier empresa, hacer de una metodología una auténtica filosofía (un mindset) pone de manifiesto una nueva estructura creativa y con retorno inmediato. Se trata de cultura, no de una simple herramienta. Es un camino para dimensionar proyectos a la altura adecuada, para mensurar el tiempo y el esfuerzo óptimo dedicado a obtener un resultado óptimo. Cuando todas las áreas de una organización son capaces de interiorizar la priorización de la toma de decisiones, el foco se traslada a la persona: no existe una fórmula igual para fomentar, identificar y desarrollar el talento. Una cultura ágil incentiva la productividad y fomenta el crecimiento del negocio. La rápida respuesta a cualquier cambio (y a día de hoy son muchos a los que nos enfrentamos) permite entregas del mínimo producto viable incrementando el valor añadido de cualquier proyecto.
- Recursos muy humanos: Una cultura agile refuerza enormemente al área de Recursos Humanos. Lejos de su labor de identificación y reclutamiento del talento, este área posee el rol fundamental de levantar los cimientos de cualquier cambio de conciencia en una empresa. El desarrollo y la interiorización de un nuevo mindset se produce gota a gota en un ambiente colaborativo y educacional. Los profesionales de una compañía trabajan, crecen y se comunican en una estructura cultural, con dinámicas de grupo (naturales y creadas) bajo la atenta orientación de Recursos Humanos. Es el caldo de cultivo para que la conversación se convierta en colaboración, para que todo profesional sea parte esencial en el equipo: una cultura agile pone en valor a absolutamente todos los profesionales de una compañía.
- Evolución y liderazgo: Cuando la cultura agile campa a sus anchas por una empresa, las personas tienen la facilidad de encontrar el lugar correcto. Tener al profesional adecuado en el lugar idóneo disminuye el tiempo de reacción y, por supuesto, el tiempo de realización de cualquier proyecto. De igual manera, la cultura se transmite de persona en persona, horizontal y verticalmente. Bajo el paraguas de la cultura agile, el líder se convierte en coach, en la célula fundamental del cambio. Cualquier tipo de transformación exige de este liderazgo para inspirar tanto a su equipo como al resto de la empresa. Esto supone un enriquecimiento radical del trabajo, facilita el conocimiento y permite la gestión de proyectos complejos e interdisciplinarios con un objetivo común: el negocio.
- Colaboración y aprendizaje: El conocimiento de la cultura agile no pertenece al individuo, es algo que pertenece al equipo. El éxito de los proyectos, el aprendizaje del grupo y la evolución de la cultura emerge del proceso como consecuencia del trabajo en equipo. La suma de todos los profesionales que trabajan con esta cultura es mucho mayor que la suma de las personas que lo componen. A priori, la agilidad puede generar cierto ruido debido a que las interacciones se multiplican cuando se aplica este concepto; el resultado es una riquísima experiencia de prácticas, ensayos y resultados en grupos y ritmos de trabajo sostenibles.
- Transparencia: La esencia de la cultura agile es dar absoluta visibilidad a todo lo que acontece. Cada detalle del proceso ha de ser transparente, ya que todos los profesionales (recordemos que todos y cada uno de ellos son pieza fundamental en el equipo) son responsables del proceso y del producto. La agilidad asume una serie de procesos que revisan la planificación, las personas responsables de cada parte del proyecto, el ritmo de trabajo, etc. Es imperativo que todas las personas tengan una visión completa y en tiempo real para poder afrontar cambios, detectar impedimentos o, en definitiva, adaptarse a cada momento.
Entelgy tiene la cultura agile en su ADN, por eso puede compartirla con sus clientes en cada proyecto o servicio que realiza. Somos conscientes de que el mundo actual exige proyectos flexibles, tanto como empresas flexibles. El cambio de prioridades que puede demandar el negocio ha de mostrar resultados tangibles desde el momento cero. La cultura agile es la cultura de Entelgy; es la cultura de nuestro equipo, de cada uno de nuestros profesionales, de la inmediatez y, sobre todo, del cliente.